Ouroboros

se descifra el tejido cósmico
en un aliento claro que
se contrae y expande
en tónicas efusivas
de color y no-color,
una suerte de corriente que naufraga
y vuelve en forma de olas,
un acorde de luz que no conoce
límites, ya que cada ciclo
es sólo reflejo
de su anverso directo;
inabarcable como dos espejos
que se encuentran

más allá
adonde se pierde la vista,
en tanto que palabra,
soplo, atisbo,
se esconde ajeno el núcleo,
no por falto de dirección
o de pulso,
sino ausente de entendimiento,
tan insubstancial como preguntarse
de dónde tanta pregunta

el cero se traga a sí, revelando
el centro exacto de todas las cosas,
la resonancia sideral,
por eso es que tiembla,
por eso es que emergen chispas,
por eso el llamado de los eones
a despertar;
la consumación a la vuelta de la esquina
infinita

ya parten del cerebro círculos
concéntricos,
se estiran hasta converger con cierta
pulsación cosmogónica,
una frecuencia efímera,
una coordenada descrita
por una mano
de la cual soy sólo átomo

enclaustre entre universos
donde un guiño del destino
afirma no estar allí:
nadie sabe
ni sabrá
efeméride o pacto alguno
que revele el sentido
de este lento caer de gracia

inaudito ante el caos
en el orden el en desorden, es
sólo la vorágine que pasa y se alimenta
cuando de pronto
x número mágico indica:
derrumbe,
un comienzo de nuevo

se descifra el tejido cósmico
en un aliento claro que
se contrae y expande
en tónicas efusivas
de color y no-color,
una suerte de corriente que naufraga
y vuelve en forma de óvulo